Muchos adultos que llegan a mi consulta para hacer una evaluación de TEA suelen venir con una gran carga de culpa, fatiga mental y mucha ansiedad.
Su primera frase suele ser que siempre han sentido que alguna cosa no encajaba, sentían que distaban de sus amigos o entorno y se habían sentido perdidos y solos en numerosas ocasiones.
Una paciente me dijo que sentía que ella estaba hecha de plastilina, porque siempre se amoldaba a todo el mundo, de tal manera que nunca había conocido su verdadera manera de ser. ¡Me fascinó este paralelismo!
A todos los adultos a los que les he dicho que la orientación diagnóstica era TEA se han ido del despacho con una sensación de liberación, se van ligeros y dejan mucha de la carga que habían estado acumulando.
Un diagnóstico no define nunca a una persona, pero le puede orientar y ayudar en momentos donde la sintomatología está más activa, evitando juzgarnos y presionarnos y sabiendo cómo intervenir y trabajar lo que sea necesario. Creo, que un diagnóstico te da calidad de vida siempre y cuando no te sientas él, sino que sea un aliado más para vivir tu mejor vida.