Eso tan típico que decimos de que debemos vivir el presente es tan cierto como necesario para dejar respirar a nuestro cerebro.
Cuando tenemos tendencia a que nuestros pensamientos vaguen entre el pasado y el futuro, le estamos dando una actividad sin medida ni control a nuestro cerebro, ya que él está programado para darnos soluciones y no para viajar en el tiempo.
Si nos centramos en algo que ocurrió en el pasado o en un hecho que no sabemos cómo va a ocurrir porque es futuro estamos gastando una valiosa energía cerebral y física, ya que cómo no tenemos una máquina del tiempo no podemos ni cambiar las cosas que ya han pasado ni predecir las del futuro.
Toda esta teoría la hemos escuchado un millón de veces y no por más que nos lo digan es más fácil ponerla en práctica. Parar todos esos pensamientos atemporales es una tarea difícil.
Yo te propongo que primero de todo analices cómo suelen ser tus pensamientos.
¿Qué piensas cuando te estás duchando? ¿Y mientras comes o antes de irte a dormir?
Alomejor piensas en cómo te ha ido el día o en todas las tareas que tienes que hacer mañana. En cosas más profundas y existenciales o en todas las cosas que te gustaría hacer en un futuro y aún no has hecho.
Sean cuales sean tus pensamientos, te propongo una cosa. Haz una lista de tus pensamientos comunes o de tus preocupaciones. Clasifícalas en pasado, presente y futuro.
Cuando lo tengas hecho mira dónde está la lista más larga. ¿Tiendes a mirar hacia el pasado/futuro o sabes centrarte en el presente?
Saber en qué tiempo enfocamos nuestros pensamientos nos ayudará a poder cambiarles la perspectiva, si eso es lo que necesitamos.
Por último, tacha el listado del pasado y el del futuro. Ahora te queda lo más difícil pero la mejor recompensa de todas, céntrate en el ahora y aquí, sólo en el listado que tengas en el presente.